Las ganas de besarlo no me dejaban pensar en nadie más que en él... Hasta que el otro me sonreía. Uno me agarraba por el cabello y me pegaba a las paredes, mientras que el otro me hacía cariños para que me quedara dormida. Varias veces lo encontré viéndome indiscretamente, mientras que el otro jugaba a hacerse el duro y a que aquí, no pasaba nada. Mientras uno generaba en mi los más sucios pensamientos, el otro me hacía suspirar.
Él me decía que me quería, que no dejaba de pensar en mi... Él otro me susurraba al oído lo que quería hacerme en la cama. Me obsesionaban los dos. No quería perder ni un segundo con ellos y era difícil no pensar en el otro. Eran perfectos, se complementaban y los dos me hacían feliz, pero sabía que había llegado el momento de tomar una decisión.
Te elegí a ti.
A ti que me tienes tonta, a ti que no dejas espacio en mis pensamientos para nadie más, a ti que me vuelves loca en la cama y mantienes alerta cada espacio de mi piel. Te elegí a ti, que me haces suspirar mientras me miras a los ojos al decirme que me quieres y también mientras me haces tuya. A ti que inauguraste espacios en mi mente, que exploraste terrenos que nunca nadie había pisado y que me enseñaste sentimientos que hasta ahora no existían.
Pero por sobre todas las cosas te elegí a ti porque aprendí que si es posible sentir, que existen personas a quiénes deseas y personas a quiénes quieres profundamente, y que cuando consigues a esa persona que te provoca las dos cosas, no estás tan perdido como parece. Siempre supe a dónde me llevaba este camino porque durante todo este tiempo, esas dos personas que me volvían loca eras tú.
Te elijo a ti porque siempre fuiste tú.