martes, 17 de julio de 2012

Una vez más

Hablemos de la cara de tonta que tengo cuando pienso en ti, de este miedo inmenso de permitirme a sentir, de cómo mi cuerpo se pone en alerta cuando mi mente coloca tu cara en pantalla principal y de cómo mis labios dibujan una sonrisa cuando todo eso pasa.

Cuéntame del imán que viene escondido en tus labios y que atrae a los míos, de cómo tu nariz va directo a mi cuello cada vez que nos vemos y de las sonrisas que me atacan cuando te descubro viéndome. Dime de nuevo que piensas en mí, que no dejas de hacerlo y desordéname los días. Recuérdame que la única manera de enrollarnos es entre las sábanas y que lo “poco factible” a veces, desaparece.

Pretendo dejar heridas de guerra en cada visita, no poner caras tristes a la hora de la despedida y no guardar ninguna de las sonrisas que acumulo para ti. Prometo que no se me irán las piernas mientras me repites sin parar que me quieres, recordar cada momento en el que me llames como solo tú lo haces y encontrar una manera para que no sea tan difícil el que no estés aquí.

Yo te hablaré de cómo aún estando lejos te siento cerca. Y aceptaré que sí, que me estoy haciendo la dura y estoy oponiéndome con todas mis fuerzas a esa corriente en la que te mueves.

Que parezco una estúpida y no quiero serlo. Que la mente me está jugando sucio y no quiero. Que ya no sé si estoy controlando esto o si es que de verdad no siento nada y que definitivamente no me gusta no poder controlarlo todo.

Háblame de tus cosas, de tus historias, cuéntame solo lo que debo saber porque realmente lo demás no importa. Seamos sinceros siempre y sobretodo, seamos justos, que por mi parte, no existe petición alguna más allá de saber cómo hiciste para lograr que escribiera por ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario